Los endulzantes artificiales están adquiriendo muy mala prensa desde hace años y se lo están ganando a pulso. Primero porque según algunos estudios no son tan inocuos para la salud como deberían (ya hemos hablado del aspartamo y del ciclamato en este blog), y ahora porque incumplen su única razón de ser: no engordar.
Científicos estadounidenses han comprobado, en un estudio con ratones, que los alimentos edulcorantes sin calorías aumentan el peso y los niveles de grasa en el cuerpo. Los animales alimentados con azúcares artificiales ganaron más peso, más grasa y más calorías que los que consumieron glucosa (edulcorante natural).
La explicación a este hecho, a primera vista paradójico, se debe a que el cuerpo anticipa muchas calorías cuando prueba algo dulce. Los expertos creen que, al romper la relación entre el dulzor y los alimentos de elevadas calorías, el cuerpo se confunde y le es más difícil regular los productos consumidos.
Sea como fuere, no es la única investigación que llega a esta conclusión, y no sólo con ratones. Un estudio con 80.000 mujeres de la Sociedad Americana contra el Cáncer demostró que las mujeres que tomaban edulcorantes engordaban más que las que preferían azúcar.
Otra información que me hace sospechar mucho de endulzantes como la sacarina es que su uso está prohibido en Canadá y muchos médicos la desaconsejan en el embarazo.
La verdad es que lo que sí nos ofrecen estos edulcorantes es des-culpabilizarnos muchas veces por nuestros malos hábitos. ¿Cuántas veces habéis visto pedir una sacarina con el café después de una copiosa comida y una gran tarta?
Debemos ser un poco más serios. Para adelgazar y estar sano no necesitamos productos light ni endulzantes sino buenas elecciones en nuestra comida, cierto control y sensatez.
El mito de la sacarina se está derrumbado día a día.