PULSAR   1  de arriba para cerrar pestaña

X FECHAS


PULSAR   1  de arriba para cerrar pestaña


PULSAR   1  de arriba para cerrar pestaña

x orden alfabetico

ENLACES

*

*


PULSAR   1  de arriba para cerrar pestaña

+ vistas


PULSAR   1  de arriba para cerrar pestaña

Varios


Contador Gratis
relojes para blogger html clock for websites contador de usuarios online
PULSAR   1  de arriba para cerrar pestaña

Si insiste en quere adelgazar, el consejo que le doy es que coma tanto como quiera,
pero no se lo trague.(Harry Secombe)

La felicidad radica, ante todo, en la salud.
(George William Curtis (1824-1892)

Elegir colchón: Más comodidad, mayor descanso, mejor salud


Los materiales, el tamaño y el precio determinan una decisión muy personal en la que deben primar los criterios que garanticen un buen reposo




La adquisición de un colchón equivale a la compra de descanso, comodidad y, en definitiva, salud. Estos son los criterios que deben primar cuando, cada 12 años aproximadamente, sustituimos la vieja superficie que, harta de soportar nuestro peso, en muchos casos multiplicado por dos, siete días a la semana durante 7-8 horas de media (los médicos recomiendan dormir un mínimo de 52 horas semanales) se acoge ahora a su derecho de descanso indefinido. Las consecuencias de dormir en un colchón deformado, poco firme o que cruja afectan de manera directa a la salud: falta de concentración, ansiedad, fatiga, déficit en la memoria y dolor muscular. No nos referimos ahora a la cantidad de horas que pasamos durmiendo -un tercio de nuestra vida- sino a la calidad del sueño, más allá de que el lecho individual, infantil o conyugal, aparente mantenerse en buenas condiciones. Si cada mañana permanece la sensación de incomodidad y de que apenas se ha descansado, ha llegado la hora de sustituir el viejo colchón.

Por término medio, el ciclo de vida de un colchón alcanza su fin pasados los 12 años, 15 si el colchón se utiliza para habitaciones de invitados o segundas residencias. El cambio se adelantará si aparece una deformación que hace que el usuario se desplace lenta e involuntariamente hacia al centro del colchón a lo largo de la noche; si amanece con dolores de espalda o cuello; o si cualquier movimiento suave de la pareja llega a interrumpir el sueño del compañero. En muchas ocasiones, su apariencia exterior advierte de que el recambio por otro nuevo se acerca; sonido de muelles, rotura de costuras y relleno desigual son síntomas claros de que su ciclo de vida ha llegado ya a su fin.

Una elección personal


Además del precio, las preferencias personales determinan la compra de un colchón. No hay un colchón que se pueda calificar como el adecuado para todos, cada uno debe buscar aquél que mejor se adapte a sus necesidades y gustos particulares. Agrados y preferencias aparte, lo cierto es que tal y como se recoge en la Escuela de Dolor de Espalda, elaborada por CONSUMER EROSKI, hay ciertos criterios universales que el consumidor debe tener en cuenta. Su longitud debe ser entre 10 y 20 centímetros mayor que la de la persona lo vaya a utilizar, con un grosor de 15 centímetros como mínimo y una anchura de 90 centímetros para camas individuales y de 150 centímetros para las de pareja. En cuanto a la superficie, un colchón demasiado duro es tan perjudicial como uno blando e inconsistente. Debe ser firme y prestar apoyo a toda la columna cuando se está acostado boca arriba, de manera que se distribuya de la forma adecuada la presión del cuerpo, lo que favorece la circulación en las horas de sueño.

Muelles


Las dos grandes familias que clasifican a los colchones son la de muelles y la de espuma. La primera era, hasta hace bien poco, la opción de descanso elegida por la gran mayoría: los colchones de muelles permiten una buena transpiración durante las horas de sueño, una característica fundamental para garantizar un buen descanso y mantener la temperatura ideal del cuerpo. El problema es que los muelles ceden con el tiempo y tienden a hundirse en el centro, lo que genera una postura incorrecta del cuerpo. Además, si bien con ellos la ventilación está asegurada, pueden llegar a ser fríos porque conservan muy poco el calor.
En función de cómo estén alineados los muelles en su interior, los colchones de esta categoría se clasifican en tres tipos:
  • Muelles independientes. Constituidos por un núcleo de muelles metálicos independientes cuya firmeza aumenta al presionarlos.
  • Muelles continuos. Formados por una red de hilo metálico que ofrece una mayor estabilidad.
  • Muelles embolsados. Cuyo núcleo está compuesto por muelles independientes de forma cilíndrica que se muestran en el interior de una bolsas de material textil.

Consejos para alargar su uso

  • Es aconsejable rotar el colchón cada tres meses y girarlo de arriba hacia abajo y de la cabeza a los pies. Igual de importante es protegerlo con una funda compuesta por materiales naturales, ya que contribuirá a mantener la buena transpiración del modelo elegido. Como norma diaria a seguir habrá que ventilar tanto la estancia como la cama en sí: un ambiente húmedo y condensado puede favorecer la aparición de hongos en el colchón.
  • Si se desea realizar una limpieza en profundidad para eliminar el polvo y los ácaros, se debe emplear un cepillo de púas semiduras y huir del aspirador (su uso perjudica la calidad del colchón).
  • La mejor arma contra los malos olores es el uso del bicarbonato, infalible desodorante natural. Bastará con humedecer levemente la pieza y espolvorearla con este compuesto. Una vez seco, se retiran los restos con un cepillo.



Gomaespuma, látex o viscoelástico


Dentro de la segunda familia se hallan los colchones de espuma de poliuretano, los de látex y los de material viscoelástico. Los primeros, también conocidos como colchones de gomaespuma, están formados por una sola pieza de material sintético cubierta por una funda. Son muy económicos y se comercializan de diferentes densidades; alta y baja. Los colchones de espuma de baja densidad pierden la firmeza con el uso y se hunden demasiado y tampoco regulan bien la temperatura.
El núcleo de estos colchones está formado por un bloque continuo de goma látex que incluye un conjunto de perforaciones para facilitar la aireación y crear zonas de resistencia. A diferencia de otros países europeos donde se ha establecido que al menos el 85% del látex debe proceder del árbol del caucho y sólo un 15% puede ser sintético, obtenido a partir de petróleo, en nuestro país todavía no se ha acordado una denominación natural para este componente. Por esta razón, es recomendable que antes de comprar un colchón de látex, el consumidor se preocupe por saber en qué proporción se hallará esta goma en su nuevo elemento de descanso.
Sus cualidades ergonómicas son muy similares a las de un colchón de muelles, con la desventaja de que eliminan peor el sudor. Eso sí, su enorme elasticidad hace que se amolden a la perfección al cuerpo y a las articulaciones. La principal ventaja es que en la goma látex no anidan los ácaros, por lo que es una fórmula recomendada por los especialistas para crear un entorno de descanso antibacteriano e hipoalergénico. Además, la durabilidad de un colchón de látex es mayor. Sin embargo, es, como mínimo, un 25% más caro que los modelos de muelles (de 700 euros a 1.200 euros en un modelo de 135x190 cm) aunque la calidad de sueño que ofrecen ambos colchones es muy similar.
Por último, el poliuretano viscoelástico es otro tipo de colchón cuyo núcleo está formado por una espuma semejante a un gel que cambia de forma combinando la presión y la temperatura del cuerpo. La deformación del colchón tarda unos segundos en desaparecer siempre que el usuario cambie de postura, de ahí que se suela conocer como el colchón con memoria corporal térmica. Esta misma característica lo sitúa como un elemento apropiado de descanso para aquellas personas que, por problemas de salud, deben pasar mucho tiempo en la cama. En este punto radica su principal desventaja, ya que el resto de personas pueden sentir cierta sensación de agobio al descansar en ellos ante la dificultad para cambiar de posición. Otro aspecto negativo es su precio, más caro que el resto (entre 840 euros y 1.385 euros por un modelo de 135x190 cm).


Cada colchón con su somier correspondiente


De poco sirve renovar el viejo colchón si se vuelve a colocar sobre una base que no es la más apropiada. Está demostrado que estrenar un colchón sobre un viejo somier repercute no sólo en la propia vida útil del colchón sino en la futura calidad del descanso de una persona. Por ello, los fabricantes insisten en que ambas partes se conciban como una sola unidad en el momento de compra, ya que un buen somier garantiza una columna vertebral sana y favorece su correcta posición. Tres son los tipos de somieres que se ajustan en gran medida a cada familia de colchones:
  • La base de láminas. Formada por listones de madera, es la base comodín de todos los colchones por su facilidad para combinarse con cualquier material.
  • Somier articulado. Tanto la parte superior de la base como la inferior se pueden elevar. Debe ir combinado con colchones de muelles embolsados, de látex y viscoelástica.
  • Base canapé. Impide la correcta ventilación del colchón pero crea nuevos rincones donde guardar enseres. Ahora bien, este modelo exige la utilización de un colchón no muy pesado.

Palabras clave en la compra de un colchón

  • Precio: Los colchones de muelles y los de espuma de poliuretano son más baratos que los de látex y viscoelástica (esta última resulta la opción más cara).
  • Firmeza: El colchón debe ser firme para que las curvas de la espalda reciban apoyo y la columna se mantenga recta. Se debe elegir en función del peso corporal: cuanto más elevado sea su peso, más firmeza necesitará para obtener un buen apoyo.
  • Elasticidad: La base debe ceder sin excesos bajo las partes con más peso del cuerpo -hombros y pelvis-, ofreciendo a su vez un soporte firme para las zonas menos pesadas.
  • Acabados: No debe tener defectos como costuras interrumpidas, hilos sueltos ni manchas.
  • Recambio: Por norma general, la vida útil de un colchón ronda los 12 años.
  • Transpiración: El látex y la espuma se ventilan peor que los colchones de muelles, aunque mantienen mejor el calor.
  • Alergia: El látex crea un entorno hipoalergénico. Eso sí, hay personas que son alérgicas a este material, por lo que deberán desechar la idea de usarlo.
  • Larga estancia: El colchón viscoelástico es el más apropiado para las personas que por motivos de salud deben permanecen largas temporadas en la cama.
  • Somier: El colchón debe renovarse de manera conjunta con el somier porque colocar la nueva superficie sobre un somier viejo acorta la vida útil del nuevo colchón.
  • Momento de comprar: Jamás se debe comprar un colchón por catálogo, sin probarlo. Tampoco se debe emprender esta tarea a la vuelta del trabajo o en momentos en los que se encuentra cansado porque cualquiera podría parecer el adecuado.

    Leer más...

    La siesta, un sueño que acaba a los 30 minutos



    Aumenta el rendimiento laboral, despeja la mente y libera estrés, siempre que su duración no se prolongue más de media hora


    Sobremesa, sofá y sopor. La combinación de estos tres elementos convierte la siesta en una consecuencia más que inevitable, irresistible. Bautizada por Camilo José Cela como yoga ibérico o elevada a la condición de tesoro nacional, la cabezadita vespertina levanta pasiones en nuestro país. También lo hace en otros poco o menos acostumbrados, al menos hasta ahora, a este parón en el ajetreo diario. Un estudio elaborado por la Universidad de Regensburg en 2004 mostraba, para sorpresa de sus promotores, que la proporción de alemanes (25%) que recurrían a la siesta era muy superior a la de los españoles (9%). Lo cierto es que el ritmo de vida imperante no colabora precisamente en su promoción. Y es una lástima, porque la comunidad científica ha certificado que, lejos de reducir la productividad, aumenta el rendimiento laboral y beneficia el bienestar de quien la disfruta.
    Eso sí, sus ventajas están condicionadas a la dosis: para que el descanso sea saludable y efectivo, los expertos en salud de CONSUMER EROSKI recomiendan que el tiempo dedicado a dormir durante la siesta no exceda los 30 minutos. Sobrepasar ese límite puede desencadenar el efecto contrario al deseado, e incluso ocasionar consecuencias poco saludables para el organismo. Dormir la siesta en la cantidad, calidad y forma adecuada contribuye a aumentar el rendimiento laboral, descargar la ansiedad y desbloquear la mente. En los más pequeños es un hábito aún más valioso: favorece la capacidad de aprendizaje y reduce la hiperactividad y ansiedad de los niños.

    Placer y salud


    El origen de la siesta es antiguo, se remonta a la civilización romana que se refería como "hora sexta" al periodo de tiempo comprendido entre las 12.00 horas y las 15.00 horas. Con los años, la expresión derivó en la actual palabra siesta y en el verbo sestear. Su procedencia puede resultar desconocida para algunos, pero no sucede lo mismo con los beneficios más evidentes que se experimentan tras disfrutar de un pequeño sueño vespertino. La siesta es reparadora porque proporciona una sensación de bienestar y despeja la mente.
    El descanso a media tarde previene el envejecimiento celular
    Es un hábito recomendable también por sus efectos positivos en la salud psíquica de las personas. Los expertos coinciden en que una cabezadita en el ecuador del día libera el estrés y el nerviosismo acumulado durante la jornada, recarga el organismo y aumenta la creatividad, así como el nivel de alerta, necesario para prevenir posibles accidentes al volante o laborales.
    Pero no sólo ayuda por "dentro", también lo hace por fuera. El descanso a media tarde previene el envejecimiento celular porque su efecto reparador es capaz de combatir los radicales libres -moléculas responsables, entre otros efectos, del envejecimiento celular-. La siesta es a la vez una aliada para mantener la piel sana y luminosa, además de acelerar el proceso de regeneración de las células y mantenerla fresca y tersa.

    Los beneficios de una buena siesta no aumentan cuanto más tiempo se duerma. Todo lo contrario. Su duración adecuada se encuentra entre los 20 y los 30 minutos, aunque en ocasiones con 10 minutos es suficiente. Cuando la siesta se ajusta a ese periodo, las personas se adentran en los primeros peldaños del sueño y no se interfiere en la vigilia. Si se sobrepasa esta media hora, es más difícil despertar y cuando se consigue es frecuente hacerlo con mal humor, y con la sensación de no haber descansado lo suficiente.

    La popular "modorra" y el mal genio tras la siesta se origina cuando el descanso se prolonga en exceso. El motivo es que se profundiza demasiado en el sueño y se entra en la etapa de movimiento rápido de los ojos, conocida como sueño REM (siglas que corresponden a las palabras inglesas Rapid Eyes Movement -movimiento rápido de ojos- ), y ya no resulta tan fácil despertar. A medida que el sueño avanza, se produce un bloqueo en la recepción de la información sensorial que facilita el descanso. Esa es la razón de que un despertar durante el sueño profundo, sobre todo si ya se ha entrado en la fase REM, provoque gran desorientación, desazón y hasta confusión.

     Por todo ello, lo más apropiado es intentar echar una siesta cada día que no dure más de treinta minutos.

    Los expertos recuerdan que el reposo a media tarde es recomendable para todas las personas, especialmente para los niños. No obstante, es cierto que su práctica se desaconseja para quienes padecen insomnio grave o tienen problemas con los ciclos sueño-vigilia, como ocurre con quienes trabajan en turnos nocturnos, o cambian con frecuencia su horario laboral.

    Imprescindible para los niños

    Menospreciar los beneficios de echarse la siesta durante la infancia es un error. Es una rutina fundamental e imprescindible, sobre todo en los cinco primeros años de vida del niño.
     En este periodo, los más pequeños adquieren nuevos conocimientos de forma continua y esta pausa ayuda al cerebro a retener la información de manera correcta. Además de estos beneficios neurocognitivos, las siestas proporcionan el tiempo de descanso necesario para reponer fuerzas y evita que algunos pequeños estén al término de la tarde irritados o tengan dificultades para dormir por la noche. Tanto es así que investigaciones en este campo han confirmado que respetar el descanso a media tarde en la infancia reduce el riego de que los niños sufran hiperactividad y ansiedad. La siesta es también un buen antídoto frente a episodios de sonambulismo o los frecuentes terrores nocturnos.

    Al igual que sucede con adultos y ancianos, las horas de sueño necesarias se acortan progresivamente cuando los pequeños crecen. Un recién nacido puede dormir de 16 a 20 horas, que se reducen entre 10 y 13 (incluida la siesta) en la etapa que comprende del año a los tres años. Cuando las horas necesarias no se cubren, los más pequeños pueden mostrar signos evidentes de fatiga e, incluso, problemas más sutiles que afectan al comportamiento y al rendimiento escolar. Al contrario de lo que se pueda pensar, saltarse la siesta no asegura que por la noche el niño duerma más y mejor. La fatiga extrema puede ser contraproducente y sobreexcitar tanto a los niños que la conciliación del sueño nocturno sea una tarea aún más difícil.

    En ocasiones, de manera particular cuando los niños ya alcanzan cierta edad, es frecuente que los más pequeños se resistan a descansar después de la comida. Para que duerma la siesta, es aconsejable seguir una rutina: cuando se detecten señales de sueño, como estar inquieto, frotarse los ojos o bostezar de forma continua, hay que llevarles a la cama para que sean conscientes del acto de ir a dormir y concilien el sueño por ellos mismos. Generar un ambiente agradable con música suave, leerles un cuento o escuchar una canción puede resultar de gran ayuda.

    Errores que quitan el sueño

    Alteraciones digestivas, acidez, digestiones pesadas, trastornos en el sueño, cefaleas, "malos humos"...Estos son algunos de los efectos secundarios que una mala siesta puede provocar. Para no sufrirlos y disfrutar plenamente de un descanso a media tarde, conviene considerar los siguientes detalles:
    • Reposo tras la comida: siempre que sea posible, antes de comenzar con la siesta es aconsejable esperar un mínimo de una hora después de comer. Recostarse inmediatamente después del último bocado es un hábito poco recomendable, ya que puede provocar alteraciones digestivas. Tampoco es aconsejable dormir después de las 18:30h porque se altera el horario normal de sueño.
    • Nada de acostarse: cuando se duerme, todo funciona más lentamente en nuestro cuerpo, incluida la digestión. En posición totalmente horizontal, se facilita el paso de ácidos de estómago a esófago y se origina el molesto reflujo. Para remediarlo, además de procurar que la siesta sea de corta duración, hay que atender a la postura del cuerpo. En lugar de acostarse, es preferible permanecer recostado de forma cómoda.
    • ¿Cama o sofá?: aunque la cama sea una opción muy tentadora, lo recomendable es conciliar el sueño vespertino en el sofá o en una butaca cómoda. De esta manera se asegura una duración más cercana a la ideal aconsejada por los expertos.
    • Lo bueno si breve...: para beneficiarse de los efectos saludables de una buena siesta, su duración debe rondar la media hora. No obstante, la necesidad de sueño varía en función de la edad y se modifica a lo largo de nuestras vidas. Los bebés duermen más porque eso les permite activar determinadas funciones hormonales, los adultos no necesitan tanto tiempo y los ancianos son los que menos duermen porque sus fases de sueño están más fragmentadas.
    • Prohibida para los insomnes: la siesta es recomendable para todos. El reposo a media tarde es especialmente beneficioso para los niños, pero es un hábito que se desaconseja para las personas que padecen insomnio grave o que trabajan durante la noche o a relevos porque es frecuente que sufran problemas con los ciclos sueño-vigilia.

      Leer más...