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Trastorno de la pronunciación
Tal y como sucede con otros elementos del habla, la pronunciación de los sonidos del lenguaje es una habilidad que todo niño debe adquirir a lo largo de su desarrollo. Comenzará emitiendo los sonidos más simples hasta llegar a los más complejos.
Entre los 12 y 18 meses, con las primeras palabras, empiezan los primeros errores de pronunciación. Dirá 'mimir' en lugar de dormir. Todas estas equiovaciones se producen como consecuencia de la inmadurez de su lenguaje que tiende a simplificar los sonidos para que así sea más fácil la pronunciación. Poco a poco ésta irá mejorando así como su fluidez verbal.
Cuando este proceso no se realiza con normalidad se producen las dislalias o trastornos de la pronunciación. Suelen delatarse entre los tres y los cinco años, y se trata del trastorno del lenguaje más común en la población infantil.
Pese a que tanto los padres como los profesores suelen detectarlo con facilidad, es poco frecuente que se consulte con el especialista y se intervenga en el menor debido a que persiste la idea de que se trata de un problema que se soluciona solo con el tiempo.
La dislalia suele provocar problemas de comunicación del niño con su entorno y suele asociarse con retrasos en el desarrollo del lenguaje. En los casos más graves influye negativamente en el aprendizaje, disminuyendo el rendimiento escolar.
Porqué se produce
Se desconocen las causas últimas de este trastorno aunque sí se sabe que existen ciertas razones que intervienen en su desarrollo.
- Deficiencias auditivas. Cuando el bebé no puede percibir con nitidez los sonidos de su entorno, también el desarrollo de sus capacidades lingüísticas se verá afectado.
- Problemas cognitivos. Los niños con diagnóstico de deficiencia mental muestran más problemas en la adquisición del lenguaje.
- Sistema nervioso. La posibilidad de que el retraso en la madurez cerebral puede producir problemas de lenguaje y pronunciación es una de las teorías que más relevancia tiene en la literatura científica.
- Problemas emocionales. La privación de cariño y de relaciones sociales también puede provocar problemas de comunicación en el pequeño.
Hay casos de dislalias en los que no siempre están presentes los factores anteriormente mencionados. También pueden producirse por defectos anatómicos (dislalia orgánica), como labio leporino, defectos de la oclusión dental o frenillo, entre otros.
Tratamiento
La terapia varía en dependencia del nivel de lenguaje del menor y el grado del trastorno.
Normalmente, además de enseñarle a comunicarse mediante dibujos o sonidos, también se guía al pequeño en la adquisición de las primeras palabras y en su combinación para crear frases.
En el caso de que se trate de una dislalia orgánica se debe realizar la corrección de la malformación anatómica, y valorar posteriormente la terapia logopédica.
La evolución del pequeño dependerá de su cooperación, de la atención acústica, del coeficiente intelectual y del ambiente familiar que rodea al menor. El éxito de la terapia también radica en hacer que el menor se entretenga, en aprender jugando y en las repeticiones diarias hasta que el menor automatice los fonemas aprendidos.