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Si insiste en quere adelgazar, el consejo que le doy es que coma tanto como quiera,
pero no se lo trague.(Harry Secombe)

La felicidad radica, ante todo, en la salud.
(George William Curtis (1824-1892)

s2t2 -¡Adelgazar! ¡Mi Reino por un Régimen para Adelgazar!


¡Adelgazar! ¡Mi Reino por un Régimen para Adelgazar!


Sancho I, El Craso.
La verdad es que suena mejor la frase original. Esa de:  ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo! que dice en medio de una refriega el rey Ricardo III en la obra deShakespeare. Pero que le vamos a hacer. Los ingleses son de una manera y nosotros de otra y el rey que nos ocupa en esta historia -español él- no da para una frase de más empaque.
Se trata del rey Sancho I de León (935-966) más conocido como  El  Craso por tener un problema de peso. Concretamente su problema era que estaba gordo. Muy pero que muy gordo.


Sancho I subió al trono a la muerte de Ordoño III, pero  su pasión excesiva por viandas de todo tipo  que devoraba sin cesar en pantagruélicos banquetes le convirtieron pronto en un rey gordo e inútil. Un rey que llegó a pesar 21 arrobas castellanas (240 k.) y que según dicen, tuvieron que ensanchar algunas puertas de su castillo para que pudiera pasar. Tampoco era capaz de mantenerse en pié con una espada en la mano y de lo de montar a caballo mejor ni hablamos.
Un rey en estas condiciones, al que sus siervos despreciaban, no podía durar mucho tiempo,  así que a los dos años escasos de su reinado fue  destronado y nombrado rey Ordoño IV.

Lista de platos en un banquete medieval.

Sancho I corrió (lo de correr es un decir, claro) a esconderse a casa de su abuela, aunque en este caso la abuela en cuestión era mucha abuela. Se trataba de la Reina Toda de Navarra, una mujer valiente e inteligente que estaba dispuesta a recuperar el trono que robaron a su nietecito.
Lo primero que había que hacer estaba claro, un rey que no puede batallar, no es un rey. Había que bajar esos kilitos que se le acumulaban a Sancho I y para eso se necesitaba un milagro o un buen médico. La reina Toda, mujer práctica donde las haya, no confiaba mucho en los milagros y también sabía que en tierras cristianas no encontraría un médico en condiciones, así que acudió a la ciudad (junto a Damasco)  donde la medicina era la más adelantada del mundo, Córdoba.


En aquel entonces reinaba allí Abderraman III, artífice del esplendor de Córdoba, y como perro viejo que era, Abderraman vio oportunidad de sacar tajada de las carnes que le sobraban al rey Sancho. El califa de Córdoba aseguró a la reina Toda que sus médicos serían capaces de adelgazar a su nieto, pero a cambio de tal proeza, debían de cederle varias plazas fuertes a orillas del Duero, frontera en aquel entonces de tierras moras y cristianas.

Abderraman III

Sancho I aceptó en ceder parte de su reino a cambio de adelgazar y se puso en manos de los médicos del Califa. En aquel momento comenzó para el rey  el peor trago  de su vida. Y no es para menos ya que durante varias semanas su dieta fue más o menos como sigue.
Se le administraban al regio paciente 5 ingestiones diarias.
Temprano, con el alba: Un gran vaso de leche.
A media mañana de almuerzo: Un quinto de libras de higos secos y agua de hervir acelgas a discreción, toda la que desee y la que no desee también.
Al mediodía de comida: Las acelgas que se hirvieron a media mañana, un puñado de avellanas y un cocimiento de raíz de herniaria.
Antes de la oración de la tarde, en la merienda: Una infusión hecha de mastranzo, trébol, sándalo y poleo.
Y por la noche de cena: ensalada de canónigos con vinagre, un puñado de nueces y dos vasos de agua.
Naturalmente la sal, el azúcar, el vino y los licores estaban totalmente prohibidos. ¡Ah! Y se me olvidaba. Durante las dos primeras semanas, nada más levantarse, se le administraba un enema jabonoso caliente para “…estimular su perezoso intestino“.
Todo esto acompañado con un trabajo físico que comienza con masajes y movimiento articular para pasar a cortos paseos, paseos más largos y aumentando la actividad hasta que el rey un día, al fin, logró montar a caballo empuñando una espada.
Acabada la recuperación de Sancho I, un ejército navarro-musulman toma León en el 956 y  Zamora en el 959 expulsando a Ordoño IV y coronándose de nuevo como rey.


Pero Sancho I faltaría a su palabra con Abderramán y no le entregó las plazas prometidas. El rey leonés no tardaría en volver a su anterior vida de indolencia y pasado seis años murió asesinado, según cuentan, con una manzana envenenada. Es decir, murió comiendo.



NOTA: Las fuentes de esta época de la historia de España son escasas, casi todas de origen árabe y es dificil en ocasiones distinguir leyendas de realidad. Se tiene como seguro la excesiva gordura del rey Sancho I, el pacto de Abderraman con Toda de navarra y que el rey llegó a adelgazar, pero lo que no se sabe exactamente es que clase de dieta siguió  para perder tanto peso.
La aquí descrita está sacada del libro “El cirujano de Al-Andalus” de Antonio Cavanillas de Blas que a su vez está basado en un estudio nutriciónal realizado porAbulcasis, médico del sultán en aquel entonces y quien seguramente tuvo algo que ver en la cura del rey.

Albulcasis (936 – 1013) fue un cordobés, destacado cirujano, que está considerado el padre de la cirugía moderna. Dejó un amplísimo tratado llamado Al-Tasrif (Libro de la práctica médica). Esta obra cuenta con 30 volúmenes que incluyen descripciones anatómicas, clasificaciones de enfermedades, información nutricional y quirúrgica, y algunas secciones relacionadas con la medicina, la cirugía ortopédica, la oftalmología, la farmacología, la nutrición, aunque  destaca por sus referencias a la cirugía, llegando a realizar,  con los instrumentos que él mismo diseñaba, operaciones de cataratas, hernias, cálculos de riñón, bocios, cólicos miserere (oclusión intestinal)…

Abulcasis es otro eminente personaje hispano olvidado en nuestra historia y que tal vez, no se le haya dado el trato que merece. Y si alguien duda de ello basta ver la entrada de Abulcasis en la wiki, en español y en inglés.

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