La persona más vieja del mundo sin ayuda genética
A pesar de que sabemos que el ambiente y los hábitos de vida pueden ayudar, y mucho, a vivir más, siempre hemos creído que existe cierta colaboración por parte de nuestros genes.
Es decir, siempre pensamos que si tenemos cierta predisposición genética a vivir unos años más y sumado a ésto, nuestro estilo de vida es saludable, pues tendremos una mayor supervivencia.
Sin embargo, un estudio que evaluó los huesos y genes de la persona más vieja del mundo descarta la influencia genética en esta mujer que falleció cuando tenía 114 años.
Los investigadores se asombraban de las edades de los miembros de la familia, ya que el hombre contaba con 113 años, un hermano de la persona fallecida tenía 101 y sus dos hijas tenían 81 y 77 años.
Todos los miembros de la longeva familia fueron evaluados y en ninguno se encontraron mutaciones genéticas que favorecieran la longevidad. Además su densidad ósea era excelente y nunca habían sufrido una fractura ninguno de ellos.
Esta investigación, publicada en la revista Journal of Gerontology, confirma la importancia de llevar una vida sana y activa. Pues en este caso, precisamente de la familia más vieja del mundo, sólo la alimentación saludable, la práctica de actividad física regular, la ausencia de estrés y el clima moderado del lugar donde habitaban ayudaron a los individuos a vivir más de 100 años.
A pesar de que pueden escapar a las evaluaciones algunos genes que pueden intervenir en la mayor longevidad, está a la vista el favorable estilo de vida de la familia y sus repercusiones en la edad biológica de sus integrantes.
El hombre de la familia se dirigió en bicicleta hasta los 102 años de edad a un huerto familiar dónde se encargaba de su cuidado. Ésto es realmente un símbolo de vitalidad y resalta la importancia del ejercicio físico en la calidad de vida y la supervivencia de las personas.
También hay que resaltar que el lugar en que la familia habitaba era un pequeño pueblo y por ello, podían escaparse fácilmente de las influencias del estrés. Pero más allá de que esa sea una ardua tarea para los habitantes de grandes ciudades, creo que llevar una alimentación sana y equilibrada, recrearse y descansar lo suficiente y ejercitarse regularmente pueden contrarrestar los efectos nocivos de la vida agitada.