Los materiales, el tamaño y el precio determinan una decisión muy personal en la que deben primar los criterios que garanticen un buen reposo
La adquisición de un colchón equivale a la compra de descanso, comodidad y, en definitiva, salud. Estos son los criterios que deben primar cuando, cada 12 años aproximadamente, sustituimos la vieja superficie que, harta de soportar nuestro peso, en muchos casos multiplicado por dos, siete días a la semana durante 7-8 horas de media (los médicos recomiendan dormir un mínimo de 52 horas semanales) se acoge ahora a su derecho de descanso indefinido. Las consecuencias de dormir en un colchón deformado, poco firme o que cruja afectan de manera directa a la salud: falta de concentración, ansiedad, fatiga, déficit en la memoria y dolor muscular. No nos referimos ahora a la cantidad de horas que pasamos durmiendo -un tercio de nuestra vida- sino a la calidad del sueño, más allá de que el lecho individual, infantil o conyugal, aparente mantenerse en buenas condiciones. Si cada mañana permanece la sensación de incomodidad y de que apenas se ha descansado, ha llegado la hora de sustituir el viejo colchón.
Por término medio, el ciclo de vida de un colchón alcanza su fin pasados los 12 años, 15 si el colchón se utiliza para habitaciones de invitados o segundas residencias. El cambio se adelantará si aparece una deformación que hace que el usuario se desplace lenta e involuntariamente hacia al centro del colchón a lo largo de la noche; si amanece con dolores de espalda o cuello; o si cualquier movimiento suave de la pareja llega a interrumpir el sueño del compañero. En muchas ocasiones, su apariencia exterior advierte de que el recambio por otro nuevo se acerca; sonido de muelles, rotura de costuras y relleno desigual son síntomas claros de que su ciclo de vida ha llegado ya a su fin.
Una elección personal
Además del precio, las preferencias personales determinan la compra de un colchón. No hay un colchón que se pueda calificar como el adecuado para todos, cada uno debe buscar aquél que mejor se adapte a sus necesidades y gustos particulares. Agrados y preferencias aparte, lo cierto es que tal y como se recoge en la Escuela de Dolor de Espalda, elaborada por CONSUMER EROSKI, hay ciertos criterios universales que el consumidor debe tener en cuenta. Su longitud debe ser entre 10 y 20 centímetros mayor que la de la persona lo vaya a utilizar, con un grosor de 15 centímetros como mínimo y una anchura de 90 centímetros para camas individuales y de 150 centímetros para las de pareja. En cuanto a la superficie, un colchón demasiado duro es tan perjudicial como uno blando e inconsistente. Debe ser firme y prestar apoyo a toda la columna cuando se está acostado boca arriba, de manera que se distribuya de la forma adecuada la presión del cuerpo, lo que favorece la circulación en las horas de sueño.
Muelles
Las dos grandes familias que clasifican a los colchones son la de muelles y la de espuma. La primera era, hasta hace bien poco, la opción de descanso elegida por la gran mayoría: los colchones de muelles permiten una buena transpiración durante las horas de sueño, una característica fundamental para garantizar un buen descanso y mantener la temperatura ideal del cuerpo. El problema es que los muelles ceden con el tiempo y tienden a hundirse en el centro, lo que genera una postura incorrecta del cuerpo. Además, si bien con ellos la ventilación está asegurada, pueden llegar a ser fríos porque conservan muy poco el calor.
En función de cómo estén alineados los muelles en su interior, los colchones de esta categoría se clasifican en tres tipos:
- Muelles independientes. Constituidos por un núcleo de muelles metálicos independientes cuya firmeza aumenta al presionarlos.
- Muelles continuos. Formados por una red de hilo metálico que ofrece una mayor estabilidad.
- Muelles embolsados. Cuyo núcleo está compuesto por muelles independientes de forma cilíndrica que se muestran en el interior de una bolsas de material textil.
Consejos para alargar su uso
- Es aconsejable rotar el colchón cada tres meses y girarlo de arriba hacia abajo y de la cabeza a los pies. Igual de importante es protegerlo con una funda compuesta por materiales naturales, ya que contribuirá a mantener la buena transpiración del modelo elegido. Como norma diaria a seguir habrá que ventilar tanto la estancia como la cama en sí: un ambiente húmedo y condensado puede favorecer la aparición de hongos en el colchón.
- Si se desea realizar una limpieza en profundidad para eliminar el polvo y los ácaros, se debe emplear un cepillo de púas semiduras y huir del aspirador (su uso perjudica la calidad del colchón).
- La mejor arma contra los malos olores es el uso del bicarbonato, infalible desodorante natural. Bastará con humedecer levemente la pieza y espolvorearla con este compuesto. Una vez seco, se retiran los restos con un cepillo.
Gomaespuma, látex o viscoelástico
Dentro de la segunda familia se hallan los colchones de espuma de poliuretano, los de látex y los de material viscoelástico. Los primeros, también conocidos como colchones de gomaespuma, están formados por una sola pieza de material sintético cubierta por una funda. Son muy económicos y se comercializan de diferentes densidades; alta y baja. Los colchones de espuma de baja densidad pierden la firmeza con el uso y se hunden demasiado y tampoco regulan bien la temperatura.
El núcleo de estos colchones está formado por un bloque continuo de goma látex que incluye un conjunto de perforaciones para facilitar la aireación y crear zonas de resistencia. A diferencia de otros países europeos donde se ha establecido que al menos el 85% del látex debe proceder del árbol del caucho y sólo un 15% puede ser sintético, obtenido a partir de petróleo, en nuestro país todavía no se ha acordado una denominación natural para este componente. Por esta razón, es recomendable que antes de comprar un colchón de látex, el consumidor se preocupe por saber en qué proporción se hallará esta goma en su nuevo elemento de descanso.
Sus cualidades ergonómicas son muy similares a las de un colchón de muelles, con la desventaja de que eliminan peor el sudor. Eso sí, su enorme elasticidad hace que se amolden a la perfección al cuerpo y a las articulaciones. La principal ventaja es que en la goma látex no anidan los ácaros, por lo que es una fórmula recomendada por los especialistas para crear un entorno de descanso antibacteriano e hipoalergénico. Además, la durabilidad de un colchón de látex es mayor. Sin embargo, es, como mínimo, un 25% más caro que los modelos de muelles (de 700 euros a 1.200 euros en un modelo de 135x190 cm) aunque la calidad de sueño que ofrecen ambos colchones es muy similar.
Por último, el poliuretano viscoelástico es otro tipo de colchón cuyo núcleo está formado por una espuma semejante a un gel que cambia de forma combinando la presión y la temperatura del cuerpo. La deformación del colchón tarda unos segundos en desaparecer siempre que el usuario cambie de postura, de ahí que se suela conocer como el colchón con memoria corporal térmica. Esta misma característica lo sitúa como un elemento apropiado de descanso para aquellas personas que, por problemas de salud, deben pasar mucho tiempo en la cama. En este punto radica su principal desventaja, ya que el resto de personas pueden sentir cierta sensación de agobio al descansar en ellos ante la dificultad para cambiar de posición. Otro aspecto negativo es su precio, más caro que el resto (entre 840 euros y 1.385 euros por un modelo de 135x190 cm).
Cada colchón con su somier correspondiente
De poco sirve renovar el viejo colchón si se vuelve a colocar sobre una base que no es la más apropiada. Está demostrado que estrenar un colchón sobre un viejo somier repercute no sólo en la propia vida útil del colchón sino en la futura calidad del descanso de una persona. Por ello, los fabricantes insisten en que ambas partes se conciban como una sola unidad en el momento de compra, ya que un buen somier garantiza una columna vertebral sana y favorece su correcta posición. Tres son los tipos de somieres que se ajustan en gran medida a cada familia de colchones:
- La base de láminas. Formada por listones de madera, es la base comodín de todos los colchones por su facilidad para combinarse con cualquier material.
- Somier articulado. Tanto la parte superior de la base como la inferior se pueden elevar. Debe ir combinado con colchones de muelles embolsados, de látex y viscoelástica.
- Base canapé. Impide la correcta ventilación del colchón pero crea nuevos rincones donde guardar enseres. Ahora bien, este modelo exige la utilización de un colchón no muy pesado.
Palabras clave en la compra de un colchón
- Precio: Los colchones de muelles y los de espuma de poliuretano son más baratos que los de látex y viscoelástica (esta última resulta la opción más cara).
- Firmeza: El colchón debe ser firme para que las curvas de la espalda reciban apoyo y la columna se mantenga recta. Se debe elegir en función del peso corporal: cuanto más elevado sea su peso, más firmeza necesitará para obtener un buen apoyo.
- Elasticidad: La base debe ceder sin excesos bajo las partes con más peso del cuerpo -hombros y pelvis-, ofreciendo a su vez un soporte firme para las zonas menos pesadas.
- Acabados: No debe tener defectos como costuras interrumpidas, hilos sueltos ni manchas.
- Recambio: Por norma general, la vida útil de un colchón ronda los 12 años.
- Transpiración: El látex y la espuma se ventilan peor que los colchones de muelles, aunque mantienen mejor el calor.
- Alergia: El látex crea un entorno hipoalergénico. Eso sí, hay personas que son alérgicas a este material, por lo que deberán desechar la idea de usarlo.
- Larga estancia: El colchón viscoelástico es el más apropiado para las personas que por motivos de salud deben permanecen largas temporadas en la cama.
- Somier: El colchón debe renovarse de manera conjunta con el somier porque colocar la nueva superficie sobre un somier viejo acorta la vida útil del nuevo colchón.
- Momento de comprar: Jamás se debe comprar un colchón por catálogo, sin probarlo. Tampoco se debe emprender esta tarea a la vuelta del trabajo o en momentos en los que se encuentra cansado porque cualquiera podría parecer el adecuado.